En todo caso el dolor será mas o menos intenso dependiendo que tan sublime sea la parte de nuestro ser sobre la que actue, el alma es inaccesible e irreparable por terceros, en ella siempre quedarán impresas la cicatrices de las penas y alegrias vívidas, todo esto sucede mientras avanza por el camino de la perfectibilidad trazado por el Gran Arquitecto del Universo, pero nos corresponde a nosotros hacer que las heridas causadas en ella, sanen de manera definitiva, es nuestra tarea, necesitamos comprender que somos almas vivientes con la mira puesta en la felicidad como objetivo supremo, para ello, requerimos dotarnos de las virtudes cuyo fin supremo es hacer de nuestros ser, la mejor versión de nosotros mismos, es indispensable que nos impulse el amor que desarrollemos hacia nuestro yo interior y proyectar el mismo hacia todó lo que nos rodea.
Solemos pensar que el dolor nunca nos alcanzará, debido a la soberbia desmedida propias de nuestro ego, la inmadurez o por razones culturales. La misión es internalizar el dolor como parte de nuestra existencia y verlo como la oportunidad de aprender y experimentar sensaciones como el duelo, la negación, la aceptación y el perdón.
El dolor no discrimina, el dolor y el duelo llegan de la mano y simplemente se instalan en nosotros después de un acontecimiento que aunque nos parezca funesto, quizás se traduzca en muchos casos, en placer o gusto para quienes nos los infringen, de allí una de sus mas marcadas características; la injusticia.
El duelo nos permite meditar y evaluar de manera instrospectiva la magnitud del dolor que experimentamos, nos hace ir al fondo de nuestro interior, al infierno donde residen nuestros vicios y pasiones, así mismo, nos trae de regreso al mundo denso y nos impone la misión de tomar las acciones correctivas que permitan equilibrar nuestras cargas.
La duda o negación nos hace sensible a la responsabilidad que tenemos al respecto y despierta el sentido de equidad que reside en nuestro corazón a través de la intuición.
Pero es la aceptacion, la que nos lleva a interpretar la magnitud de nuestro sentimientos, nos eleva a los niveles mas sublimes de nuestra existencia, nos muestra fragiles, pero conscientes, de que debemos sobreponernos a la adversidad y tenemos la obligacion con nososotros mismos de erigirnos cual pentagrama flameante ante el dolor y sus consecuencias, de esta forma lograremos reconocermos como seres creados a imagen y semejanza de la mayor energía que emana del universo, dignos descendientes de su omnipotencia y capaces de superar cualquier obstaculo sin importar cual grande sea, siempre con la seguridad de que al hacerlo, encontraremos la paz que merecemos y la felicidad que perseguimos.
Al aceptar el dolor como parte de nuestra existencia, tomaremos desiciones justas, no desde el olvido, sino desde al agradecimiento por el aprendizaje alcanzado y con la convicción de que sortearemos cualquier situación adversa en el devenir de nuestra existencia, causando el menor daño posible a nuestros seres mas cercanos.
La vida se nos presenta cual espiral ascendente , y cada tropiezo que tengamos en la escalada, solo podrá ser sorteado desde el amor, como vehiculo sublime hacia la felicidad,
Avanzando en ese sentido, el sufrimiento chocará de frente con nuestra energía y las cosas mas simples de la vida, nos llevarán al éxtasis de nuestra existencia corpórea.
Para concluir quisiera reiterar, que el trabajo a ejecutar, consiste en esculpir nuestra alma para ofrecerla a quien verdaderamente este dispuesto a apreciarle, y para demostrar a quienes no, que somos capaces, a través de la resiliencia, de transformar realidades propias y ajenas.